Origen y naturaleza de los primeros dragones

Desde tiempos antiguos los dragones han sido vistos como una encarnación fantástica del caos o la maldad, tomando una parte importante en leyendas y mitos desde la cuna de la civilización. En nuestro intento por explicar el origen de estos seres mitológicos hemos señalado a los dinosaurios, cocodrilos y ballenas como algunos de los animales reales que pudieron inspirar el mito del dragón, pero probablemente es la serpiente la criatura que más se asemeja a los primeros dragones. De hecho, la palabra “dragón” proviene del griego “derkesthai”, que significa “ver” o  “mirar a”, una referencia a la aparente mirada “fija” o “perpetua” de la serpiente debido a que ésta no tiene párpados, lo que acuñó la palabra “drakōn”, la cual se utilizaba indistintamente para designar a un dragón o serpiente. Nuevamente, es útil recordar que en las lenguas de la antigüedad se solía emplear el mismo término para referirse a un dragón o una serpiente: ocurre con la palabra sumeria “ušum”, con “ahî” en el sánscrito, “aži” en el avéstico, “angu” en la lengua hitita, etc. Sin embargo, hubo un punto en el cual el dragón se convirtió en una entidad ideológica independiente que dejó de ser identificada con la serpiente ordinaria y cuando esto ocurrió, los primeros dragones fueron teñidos con un simbolismo totalmente opuesto a la imagen destructiva y caótica con la que fueron posteriormente investidos.

En efecto, los primeros dragones estaban vinculados con el simbolismo detrás de la serpiente. Después de todo, el culto a la serpiente es una de las formas de adoración más antiguas: una pared tallada en las colinas de Tsodilo en Botsuana (Figura 1) que data del Pleistoceno Tardío en la Edad de Piedra Media (12 600 – 25 000 a. C.) presenta los rasgos zoomórficos de una serpiente y muestra signos de haber sido objeto de rituales (1), y la Serpiente de Agua era un símbolo del agua entre los Khoekhoen y Xam San, dos de los grupos étnicos más antiguos de África (2). Para las personas de la antigüedad, la serpiente estaba relacionada con el agua, la fertilidad, la vida y el inframundo, particularmente para los habitantes de aquellas regiones de África y el Antiguo Oriente Próximo que dependían del ciclo del agua, el cambio de estaciones y el clima para su supervivencia. En algunos tazones y vasos hallados en la antigua ciudad de Susa (hoy parte de Irán) que datan del quinto milenio a. C., la serpiente parece estar asociada con el agua como fuente de vida (3). En el Antiguo Egipto, la serpiente es un símbolo de naturaleza dual al representar tanto la vida como el inframundo (4): en la mitología egipcia se dice que Atum, el dios de la creación, retornará a su forma como serpiente cuando el mundo llegue a su fin (5), y la diosa Renenutet es descrita como una cobra o como una mujer con cabeza de cobra (6); asimismo, el emblema egipcio de la inmortalidad es el Uróboros, el cual es una serpiente mordiendo su propia cola (7), y en el texto funerario conocido como el Libro Egipcio de los Muertos (c. 1550 a.C.) existe una sección en el capítulo 87 que explica que el convertirse en una serpiente al morir le da nueva vida a la persona fallecida (8).

Rhino Cave

Figura 1 — Pared sur de una cueva en Tsodiho iluminada durante la noche [tomada de Coulson, Staurset, and Walker (2011) Ritualized Behavior in the Middle Stone Age: Evidence from Rhino Cave, Tsodilo Hills, Botswana], foto de Sheila Coulson.

El hecho de que las serpientes muden de piel podría explicar por qué estos animales eran vistos como símbolos de vida y renovación, como ocurre en el Poema de Gilgamesh (c. 2100 a. C.), en el cual una serpiente rejuvenece inmediatamente cambiando de piel después de comer la hierba de la vida, arrebatándole al héroe Gilgamesh la oportunidad de alcanzar la inmortalidad (9). Los sumerios también asimilaron esta creencia en su propia religión: la serpiente es el símbolo de Ningizzida, deidad sumeria de la fertilidad y el inframundo, a quien también le atribuían la facultad de otorgar fertilidad y curar enfermedades (10); Ningizzida suele ser representado como una serpiente o como un hombre con dos serpientes brotando de sus hombros, una característica que comparte con Nidaba, una diosa mesopotámica de la cosecha que también es representada como una mujer con serpientes que brotan de su propio cuerpo (11).  En la antigua Canaán también se asociaba a las deidades de la cosecha y la fertilidad —dos aspectos inextricablemente vinculados con la vida y el agua— con las serpientes. Las diosas cananeas de la fertilidad suelen ser representadas como mujeres con serpientes sosteniendo serpientes en sus manos o con serpientes envolviendo sus cuerpos, y los hallazgos de serpientes de bronce en el interior de algunos templos de Meggido que datan de entre 1650 y 1100 a. C. demuestran que éstas formaban parte de una especie de culto a la fertilidad (12).  Y a pesar de que en la Biblia la serpiente suele ser relacionada con la maldad, en el Libro de Números Dios ordenó que Moisés yerga una serpiente de bronce sobre un bastón para que cualquier persona que fuera mordida por una serpiente pero viera esta escultura no muera (Números 21:4-9), volviéndose así un símbolo del poder de Dios, hasta que el rey Ezequías ordenara su destrucción debido a que algunos israelitas habían empezado a presentarle ofrendas a esta serpiente de bronce (2da de Reyes 18:4).

Como mencioné anteriormente, los términos “dragón” y “serpiente” eran usados indistintamente en la mitología antigua para describir a un mismo ser, pero fue en la iconografía mesopotámica donde los rasgos físicos del dragón se concibieron por primera vez para diferenciarlo de la serpiente. Las impresiones de un sello cilíndrico (Figura 2) que data del período Uruk IV (c. 3300-3100 a. C.) muestran un par de monstruos con largos cuellos entrelazados al lado de escenas de persona que parecen ser alguna clase de artesanos. Estas criaturas aparecen en mayor detalle en otro sello cilíndrico del mismo período (Figura 3), esta vez con cuellos y colas entrelazados, y con un águila con cabeza de león volando por encima de ellas. Estos seres parecen estar vinculados con las antiguas representaciones de serpientes entrelazadas como el vaso de libaciones que Gudea, rey de Sumeria, dedicó al dios de la sanación Ningizzida (Figuras 4 y 5), el cual está grabado con la imagen de un bastón entre dos serpientes entrelazadas con dragones alados en cada costado. De hecho, es bastante probable que este motivo eventualmente inspirara el báculo de Asclepio (una serpiente enroscada alrededor de un bastón) y el Caduceo (un bastón entre dos serpientes entrelazadas con un par de alas en la punta del mismo), el primero considerado un símbolo de salud en la Antigua Grecia alrededor del siglo VI a. C. (13) mientras que el segundo era un símbolo del comercio durante el Imperio Romano (14). En consecuencia, se ha afirmado que los dragones y serpientes entrelazados no fueran vistos como símbolos malignos, sino más bien como seres benignos en la mente de las personas de la antigüedad (15).

Dragon Entwined Necks Morgan Museum

Figura 2 — Artesanos (peleteros) trabajando con cuero en dos estancias divididos por monstruos entrelazados con cuello de serpiente [sello cilíndrico], Mesopotamia, período Uruk tardío, c. 3500–3100 a. C., Pierpont Morgan Library, Morgan Seal 1.

Entwined Dragons Uruk Seal

Entwined Dragons Uruk Seal Impression

Figura 3 — Sello cilíndrico de jaspe: leones monstruosos y águilas con cabeza de león, Mesopotamia, período Uruk (4100 BC–3000 a. C.), Department of Oriental Antiquities, ala Richelieu, primer piso, sala 1a, case 2, Muse del Louvre, créditos de las fotos: Marie-Lan Nguyen (2010) and PHGCOM (2007).

Gudea vase steatite

Figura 4 — Vaso sumerio de libación en esteatita verde (2150 a. C.). La inscripción dice: “Para su dios Ningizzida, Gudea rey-sacerdote de Lagash ha dedicado esto para la prolongación de su vida”. Erich Lessing/Art Resource, New York.

Gudea vase drawing

Figura 5 — Dibujo del vaso de esteatita verde del rey Gudea de Lagash de Sumeria [tomado de Touraj Nayernouri (2010) Asclepius, Caduceus and Simurgh as Medical Symbols Part I].

Estos seres parecen ser un intento de mezclar las características físicas de un león o un leopardo con los de la serpiente (algunos los llaman “serpopardos”, pero este término es una mera invención moderna ya que no existe evidencia alguna de que fueran llamados así en las fuentes antiguas) para así representar a una entidad ideológica particular compuesta por elementos discordantes que no deberían parecer totalmente incongruente al ojo humano (16); en este sentido, los artistas de la Antigua Mesopotamia  eligieron fusionar las características principales de los animales reales que mejor representaban la naturaleza y atributos del primer dragón: el cuello sinuoso y la lengua bífida de la serpiente, la cual representa el agua, la fertilidad y la vida; el cuerpo, patas y cabeza del león, el cual era un símbolo de poder y fuerza (17); y eventualmente las alas del águila.

Cuando los dragones comenzaron a ser artísticamente representados en compañía de otras divinidades, particularmente con deidades del clima y la fertilidad, ellos no eran mostrados como sus antagonistas, sino como sus compañeros, sirvientes e incluso como sus propias representaciones; de hecho, desde el Período Dinástico Arcaico (2900-2350 a. C.) el dragón se convirtió en una de las cuatro bestias simbólicas que eran asociadas con los dioses del rayo y la tormenta como Enlil, Ningirsu, Ninurta, Iskur, etc. —los otros eran el toro, el león y el águila con cabeza de león (18). Se puede ver al dragón en términos de paz y armonía con otras deidades en las diversas manifestaciones artísticas a lo largo de la Antigua Mesopotamia. Una impresión en piedra que data del Período Acadio (2334-2154 a. C.) descubierta en Tell Asmar muestra a dos dioses del clima dirigiendo un arado que está siendo tirado por un dragón con forma de serpiente y un león, ambos trabajando como sus servidores (Figura 6). En este mismo lugar los arqueólogos hallaron una impresión en arcilla que representaba a un dios de la tormenta sobre un dragón ante un altar acompañados  por una deidad menor que está presentando a un adorador a su dios (Figura 7). Esta escena del dios de la tormenta sobre un dragón es un motivo recurrente que pretende ilustrar la estrecha relación entre la deidad y el dragón así como  sus atributos sobrenaturales. Podemos ver otra escena similar en otra impresión, también del Período Acadio, en la cual dos divinidades están guiando a dos adoradores a un dios que está sobre el lomo de un dragón con cuernos y de cuatro patas sosteniendo un látigo en su mano (Figura 8).

Dragon plough

Figura 6 — Dos dioses arando; uno sostiene el arado y el otro guiando a las bestias que tiran de él (un dragón con forma de serpiente y un león) sosteniendo una vara o cetro con la forma de un escorpión [tomado de H. Frankfort (1955) Stratified Cylinder Seals from the Diyala Region, University of Chicago, Lámina 62 No. 654].

Figura 6 Dragon Tishpak

Figura 7 — Antigua impresión en arcilla; dios (posiblemente Tishpak) entronado sobre un dragón ante un altar de fuego; deidad menor presentando a un adorador [tomado de H. Frankfort (1955) Stratified Cylinder Seals from the Diyala Region, University of Chicago, Lámina 62 No. 649].

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Figura 8 — Impresión de un sello del Período Acadio. Dos divinidades guiando a un par de adoradores a un dios que está sosteniendo un látigo en su mano y que está parado sobre un dragón [tomado de E. Douglas Van Buren (1946) The Dragon in Ancient Mesopotamia, GBPress-Gregorian Biblical Press, Lámina I, Figura 5].

Desde el Período Acadio, los dragones suelen ser representados con dos o tres líneas saliendo de su boca que lucen como flamas; sin embargo, se ha argumentado que estas líneas servían para representar la lengua bífida de una serpiente (19). Si esto es cierto o no, desde este período en adelante ciertos rasgos del dragón, como la lengua o flamas y su cuerpo sinuoso, posiblemente eran utilizados para reforzar la relación entre las divinidades del clima y el dragón. Los dioses de la tormenta que montan dragones usualmente sostienen un rayo de tres puntas y un látigo en sus manos, lo que hace alusión al estruendo del trueno que anuncia la lluvia venidera, y a veces se puede apreciar a una diosa de la lluvia o de la fertilidad entre las alas de un dragón que sostiene símbolos similares (Figuras 9, 10 y 11); es por ello que se ha sugerido que la representación artística de las armas u objetos que sostienen estas deidades están basadas en la lengua bífida o flamas y el cuerpo ondulante del dragón (20). Consecuentemente, es plausible afirmar que un dragón, símbolo viviente de las aguas y los ríos, es el compañero más apropiado para el dios de la tormenta que trae consigo la lluvia (21).

Chariot dragon

Figura 9 — Dragón tirando del carro de un dios con una deidad femenina desnuda entre sus alas [tomado de H. Frankfort (1939) Cylinder Seals, lámina XXIIa].

Chariot dragon II

Figura 10 — Dios y diosa montando dragones alados [tomado de H. Frankfort (1939) Cylinder Seals, lámina XXIId].

L'iconographie dragon chariot

Figura 11 — Dragón mítico alado con rasgos de león escupiendo fuego con la cabeza baja, tirando del carro de un dios de la tormenta [tomado de Vanel, A.  (1966) L’iconographie du dieu de l’orage dans le Proche-Orient ancien jusqu’au VIIe siècle avant Jesus-Christ, p. 23, fig. 5].

Ahora bien, es importante señalar que existen dos principales clases de dragones en el arte mesopotámica: el dragón ofídico y el dragón leonino, aunque ambos presentan más similitudes que diferencias. El dragón ofídico fue el primero en aparecer en la iconografía, y ya existía en el período Uruk IV (c. 3300-3100 a. C.). Los rasgos característicos de estos dragones son sus largos cuellos y colas, sus aplanadas cabezas de serpiente y sus escamas; ocasionalmente tienen el cuerpo de una serpiente, pero más a menudo presentan cuatro patas. El muš-huš, mušmah o mušḫuššu, que significa “serpiente feroz” o “serpiente roja” en sumerio (22) suele ser identificado con esta clase de dragones. Por otro lado, el dragón leonino frecuentemente es representado con cabeza de león, una cola de serpiente o de escorpión, patas y garras de león y un par de alas en la espalda. Este dragón reemplazó al león alado del Período Dinástico Arcaico III (c. 2600-2370 a. C.) como símbolo divino con el advenimiento del Período Acadio (c. 2334-2154 a. C.), y suele ser identificado con el ušumgal, que significa “gran serpiente” o “gran dragón” en sumerio (23). También existe evidencia textual sobre ambos dragones en el Poema de Gilgamesh (24) y en las inscripciones del Sello de Gudea (25) compuestos alrededor del 2100 a. C., lo que los hace los dragones más antiguos en la literatura antigua que pueden ser identificados como tales iconográficamente (hay quienes sostienen que Kur, el inframundo sumerio, fue también el primer dragón en la literatura antigua, pero los textos jamás mencionan que Kur fuera un dragón, y las descripciones físicas de esta entidad o región difícilmente nos hacen pensar en un dragón). Por lo general, estos dos tipos de dragones tienen cuatro patas y cuerpos escamosos, sirven como los asistentes o servidores de diferentes dioses del clima, y sus lenguas bífidas o “flamas” se asemejan al símbolo del rayo que los dioses de la tormenta sostienen en sus manos en Mesopotamia en el período Uruk IV así como en los siglos subsecuentes (Figuras 9-12).

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Figura 12 – Sello cilíndrico e impresión en arcilla de un dios de la tormenta (probablemente Assur) montando un dragón. Esteatita, Asiria, siglos IX y VIII a. C., Museo del Louvre, Departamento de Antigüedades Orientales, Richelieu, primer piso, sala 6; créditos de la foto: Marie-Lan Nguyen (2006).

Con respecto a las deidades que suelen ser asociadas con los dragones, posiblemente el dios de la tormenta Ningirsu de la ciudad sumeria de Lagash es uno de los primeros en ser identificado como un dragón. Ningirsu aparece por primera vez en la Inscripción de Eannatum en el Período Dinástico Arcaico III (2600-2350 a. C.), y debido a que su artefacto simbólico es el arado (26), es fácil vincular su imagen con la del dragón tirando del arado o del carro del dios de la tormenta. Los cilindros de Gudea describen a su mazo destructivo šar-ur como “un mušmah (dragón/serpiente feroz), como el agua de las nubes que vienen de las montañas de cedro” (27), y su tambor legendario es llamado “usumgal-kalama” o “gran dragón de la tierra” (28). Bajo el nombre de Ninurta, en el relato épico Lugal-e, conocido también como “Las Proezas de Ninurta” (finales del tercer milenio a. C.) él es llamado “serpiente infatigable que te arrojas a ti mismo contra la tierra rebelde” y “dragón que depende en sí mismo, fuerza de león que gruñe a la serpiente, huracán rugiente” (29), por lo que es razonable que Ningursu/Ninurta fuera representado como un dios de la tormenta o como un dragón, o incluso que el dragón sea la encarnación de sus armas, el šar-ur y el usumgal-kalama. Otras deidades mesopotámicas asociadas con el dragón son Tishpak (Figura 7), un dios acadio de la tormenta y el cielo y la deidad tutelar de la ciudad de Eshnumma, y Assur (Figura 12), el equivalente asirio de Enlil, dios sumerio de la tormenta.

Ninurta y Anzu

Figura 13 — Ninurta y el monstruo Anzu/Anzud en un bajorrelieve del Templo de Ninurta , 865-860 a. C., hallado en Nimrud (Irak). Museo Británico

Y entonces, ¿cuándo es que se introduce el motivo del dragón combatiendo con el dios de la tormenta? Nuevamente, el relato épico Lugal-e nos cuenta que a pesar de que Ninurta era asociado con el dragón, éste también es conocido como un feroz guerrero que enfrentó a varios seres legendarios:

“Héroe, obstáculo (?), red de la batalla, Ninurta, Rey, mazo celestial … irresistible contra el enemigo, ser vigoroso, tempestad que arrasa con las tierras rebeldes, ola que sumerge la cosecha, Rey, tú que has visto las batallas, tú has… en el medio de ellas. Ninurta, después de reunir al enemigo en una red de batalla, después de alzar un gran altar de juncos, ¡señor, serpiente celestial, purifica tu piqueta y tu mazo! Ninurta, yo enumeraré los nombres de los guerreros que has eliminado: el Kuli-ana, el Dragón, Gypsum, el Cobre Fuerte, el héroe Cabra Salvaje de Seis Cabezas, el bote Magilum, el Señor Saman-ana, el Toro Bisonte, el Rey del Árbol de la Palma, el ave Anzud, la Serpiente de Siete Cabezas– Ninurta, tú los exterminaste en las Montañas”.

Lugal-e / Las Proezas de Ninurta, líneas 122-134.*

Como podemos ver, se cuenta que Ninurta derrotó a un dragón y a una serpiente de siete cabezas (la cual nos recuerda a la hidra), y al monstruoso Anzu o Anzud. Esta última criatura nos es de especial interés debido a que existe una impresión de un sello en la cual Ninurta le da muerte al Anzu (Figura 14), un monstruo semejante a un león alado muy similar al usumgal (que también aparece debajo del dios de la tormenta con la aparente intención de asistir a su amo en el combate) con la diferencia de que el Anzu tiene la cola de un ave, mientras que el usumgal mostrado en el mismo sello tiene la distintiva lengua bífida o flamas saliendo de su boca y la larga cola de un escorpión o de una serpiente escamosa. Y a pesar de que ésta impresión pertenece a un periodo bastante posterior (800-750 a. C.), la escena sirve para demostrar que el dragón usumgal es más un aliado o siervo del dios de la tormenta que su antagonista, mientras que el ave Anzu era visto como su enemigo tanto en los textos antiguos como en la iconografía.

Ninurta Anzud Usumgal

Figura 14 — Ninurta dando muerte al Anzud, sello cilíndrico de calcedonia gris o marrón en el estilo modelado, Neo-asirio, (800-750 a. C.), Departamento del Medio Oriente del Museo Británico.

Pero es en realidad en la región de Anatolia (Asia Menor, actual Turquía) donde el dragón adopta concretamente su rol como antagonista del dios de la tormenta. En Hatti, un antiguo pueblo de Anatolia que existió entre 2300 a.C. y 1700 a.C., se celebraba un festival de la primavera llamado Puruli que rememoraba la destrucción del dragón-serpiente Illuyanka a manos del dios de la tormenta Tarhunt (conocido como Tarhunna por los hititas), el cual reflejaba ese momento del año en el que el dragón, una influencia maligna que traía sequía y hambruna (esta era una área geográfica severamente afectada por la falta de humedad, escasas precipitaciones e inundaciones destructivas que ponían en peligro la subsistencia de las personas), debía ser derrotado para poder gozar de una estación más benigna y de mayor abundancia (30). Esta temática fue desarrollada primeramente por los hatianos, y extendida luego entre los hurritas y los hititas que habitaron en esta región entre 2300 y 1180 a. C., y se la puede comparar con otros mitos del Chaoskampf (lucha entre el bien y el mal, entre el orden y el caos) tales como la lucha entre Enlil y Kur, Marduk y Tiamat, Osiris y Set, Zeus y Tifón, etc., y a pesar de que este motivo no se originó en Anatolia, probablemente es el primero en atestar el conflicto entre el dios de la tormenta y el dragón.

Como hemos visto, en un principio el dragón era considerado una influencia benigna vinculada al agua, a los ríos, la lluvia y la fertilidad en la Antigua Mesopotamia antes de convertirse en un aliado o siervo de las deidades del clima, conservando aún todos sus atributos originales. No obstante, en algún punto a finales del tercer milenio a. C., el dragón empezó a volverse el antagonista del dios de la tormenta y de la civilización (especialmente en Anatolia), aunque la evidencia iconográfica demuestra que siguió siendo considerado una criatura benevolente en el resto de Mesopotamia hasta aproximadamente la primera mitad del primer milenio a. C. Es posible que el creciente cruce intercultural que habría de intensificarse como un producto natural del progreso y el comercio permitiera la incorporación de nuevos elementos en el mito del dragón que eventualmente lo convertirían en el caótico contendiente del dios del trueno, y es precisamente ésta imagen la que ha prevalecido en la civilización occidental.

Referencias:

(1) Coulson, Staurset, and Walker (2011) Ritualized Behavior in the Middle Stone Age: Evidence from Rhino Cave, Tsodilo Hills, Botswana, PaleoAnthropology Society, pp. 45-49.

(2) Hoff, Ansie (1997) The Water Snake of the Khoekhoen and /Xan, South Africa: South African Archaeological Society, The South African Archaeological Bulletin Vol. 52, No. 165, pp. 21-27.

(3) Bonanno, Anthony (1985) Archaeology and Fertility Cult in the Ancient Mediterranean, First International Conference on Archaeology of the Ancient Mediterranean, University of Malta, B.R. Grüner Publishing Company, p. 309

(4) Lurker, Manfred (1980) The Gods and Symbols of Ancient Egypt, New York: Thames and Hudson, p. 108.

(5) Frankfort, Henri (1962) Kingship and the Gods, Chicago: University of Chicago Press, pp. 145-146.

(6) Pinch, Geraldine (2003) Egyptian mythology: a guide to the gods, goddesses, and traditions of Ancient Egypt, New York: Oxford University Press.

(7) Hornung, Erik (1999) The Ancient Egyptian Books of the Afterlife, English translation by David Lorton, New York: Cornell University Press, pp. 38, 77-78.

(8) Lurker, Manfred (1987), “Snakes”, in The Encyclopedia of Religion, ed. Mircea Eliade, New York: Macmillan, 13:373.

(9) A. R. George (2003), The Babylonian Gilgamesh Epic: Introduction, Critical Edition and Cuneiform Texts, Oxford: Oxford UniversityPress, XI:305–307.

(10) Van Buren, E. Douglas (1934), “The God Ningizzida”, Iraq 1, April 1, p. 89.

(11) Langdon, Stephen Herbert (1964) The Mythology of All Races, Volume V: Semitic, ed. John Arnott MacCulloch, New York: Cooper Square Publishers, p.78.

(12) Münnich, Maciej (2008) The Cult of Bronze Serpents in Ancient Canaan and Israel, in The Bible and Its World, Rabbinic Literature and Jewish Law, and Jewish Thought Volume 1, IGGUD, Selected Essays in Jewish Studies, Jerusalem, pp. 40-42., retrieved from http://www.academia.edu/4512018/The_Cult_of_the_Bronze_Serpents_in_Ancient_Canaan_and_Israel

(13) Farnell, RL. (1921) The Kult of Asclepius, in: Farnell, RL. Greek Hero Cults and Ideas of Immortality, Oxford: Clarendon Press.

(14) Nayernouri, Toraj (2010) Asclepius, Caduceus, and Simurgh as Medical Symbols Part I, Archives of Iranian Medicine, Volume 13, Number 1, pp. 66.

(15) Van Buren, E. Douglas (1946) The Dragon in Ancient Mesopotamia, Orientalia, NOVA SERIES, Vol. 15, GBPress- Gregorian Biblical Press, p. 4.

(16) Van Buren, E. Douglas (1946) The Dragon in Ancient Mesopotamia, p. 3.

(17) Green, Alberto Ravinell Whitney (2003) The Storm-god in the Ancient Near East, Biblical and Judaic Studies Volume 8, University of California, p. 17.

(18) Green, Alberto Ravinell Whitney (2003) The Storm-god in the Ancient Near East, p. 13.

(19) Van Buren, E. Douglas (1946) The Dragon in Ancient Mesopotamia, p. 10.

(20) Amiet, Pierre (1980) La glyptique mésopotamienne archaïque, 2e éd., Paris: Centre nationale de la recherche scientifique, p. 142.

(21) Frankfort, Henri (1939) Cylinder Seals: A Documentary Essay on the Art and Religion of the Ancient Near East, London: Macmillan and Co., p. 125.

(22) The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/edition2/etcslgloss.php?lookup=c217.267&charenc=gcirc.

(23) The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies. http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/edition2/etcslgloss.php?lookup=c2413.52&charenc=gcirc.

(24) Epic of Gilgamesh: Gilgamesh and Huwawa, lines 34-47, translation by The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/section1/tr1815.htm.

(25) The building of Ninĝirsu’s temple (Gudea, cylinders A and B), lines 726 and 126 respectively, translation by The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies. http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/cgi-bin/etcsl.cgi?text=c.2.1.7&display=Crit&charenc=gcirc&lineid=c217.726#c217.726.

(26) Green, Alberto Ravinell Whitney (2003) The Storm-god in the Ancient Near East, pp. 30, 42.

(27) Green, Alberto Ravinell Whitney (2003) The Storm-god in the Ancient Near East, p. 46.

(28) The building of Ninĝirsu’s temple (Gudea, cylinders A and B), lines 162 and 188, translation by The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies, http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/cgi-bin/etcsl.cgi?text=t.2.1.7&display=Crit&charenc=&lineid=t217.p7#t217.p7.

(29) The exploits of Ninurta, lines 1-16, translation by The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies, http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/section1/tr162.htm.

(30) Green, Alberto Ravinell Whitney (2003) The Storm-god in the Ancient Near East, pp. 149-151.

*Traducción propia de las líneas 122-134 del Lugal-e/Las Proezas de Ninurta basada en la traducción original de The Electronic Text Corpus of Sumerian Literature, (ETCSL), University of Oxford, Faculty of Oriental Studies, http://etcsl.orinst.ox.ac.uk/section1/tr162.htm.

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